Hola de nuevo viajeros. ¿Os quedasteis con ganas de saber más sobre Java? No os preocupéis que ya está aquí la continuación de nuestro recorrido por la isla. Y si la pasada semana os hablaba de sus volcanes, ésta es el turno de sus templos. ¿Preparados?
Día 14: Día de relax en Yogyakarta
Nos levantamos tranquilamente, a eso de las 9.00 de la mañana y, tomamos nuestro desayuno, muy rico por cierto; a base de jugo natural, té y una mini hamburguesa vegetal, en el jardín del Vía Vía, nuestro hotel(IDR200.000) Y sin prisas decidimos ir a visitar el Kraton y algún mercado (Pasar)
De camino conocimos a una joven pareja checa (Radka y Jan), quienes también iban hacia allá, así que hicimos grupo. Las calles estaban prácticamente desiertas, hasta que llegamos a la zona del Kraton. De hecho, parecía que toda la ciudad se había congregado allí. Algunos iban vestidos de soldados, otros con el traje típico javanés, había elefantes…no sé exactamente qué es lo que celebraban, pero justo ese día no se podía visitar el interior del Kraton; aún así las calles colindantes que dan forma a esta especie de ciudad amurallada bullían.
Terminamos frente, a lo que más tarde descubrimos que era, una mezquita y no una entrada al Kraton como pensamos en un inicio. Esperamos a que pasase una curiosa procesión en la que varios hombres portaban una especie de “macetas” gigantes de bambú decoradas con vivos colores. Tras pasar el arco de entrada y apoyar las macetas en el suelo, el silencio se apoderó del lugar. Segundos más tarde todos los allí presentes, menos nosotros claro está que no sabíamos que estaba pasando, se abalanzaron hacia las macetas a romper y conseguir un trozo de las mismas, supuestamente, símbolo de buena suerte.
Tras este momento de júbilo popular, nos dirigimos hacia la entrada de lo que pensamos que era el Kraton. Al ir a entrar nos pidieron que por favor nos cubriéramos las piernas los 4 y la cabeza las mujeres…no era el Kraton, era una mezquita. Muy amablemente una mujer nos ayudó a cubrirnos y nos condujo a una fuente a lavarnos, un hombre hizo lo propio con los chicos. Y de pronto, ahí estábamos nosotros en el interior de una mezquita. La verdad, es que la experiencia me sorprendió, pues en ninguna te dejan pasar salvo que seas musulmán y resultó, como poco, curiosa.
Tras esta inesperada, pero interesante visita, decidimos ir hacia el Pasar Beringharjo. Y justo al chico al que preguntamos había visitado España, en concreto Barcelona, Soria y Burgos. (Para que luego digan que las casualidades no existen. Conocer a un indonesio que ha visitado nuestra pequeña y humilde ciudad…)
El paisano muy amablemente nos ayudó a coger un becak (carrito empujado por una bici o una moto) para cada pareja y nos trazó un itinerario. Aunque bien es cierto que ninguno de los sitios (Beringharjo Pasar, Centro estudiantes Batik y el mercado de los pájaros) me gustó, el viaje en este particular medio de transporte estuvo muy bien.
De ahí vuelta al hotel, queríamos comer y descansar tranquilamente en la piscina.
Comimos en el restaurante de nuestro hotel que está en la misma calle. La comida, aunque rica y a buen precio, es más cara que la que puedes encontrar en los puestos callejeros. Pero nos apetecía comer algo más próximo a nuestros sabores después de tantos días.
Al anochecer, decidimos acercarnos hasta Malioboro. Lo hicimos en becak por IDR20.000. Al llegar, la calle bullía de gente. Estaba cortada al tráfico y sus aceras habían sido ocupadas por puestos de todo tipo: ropa, souvenirs y, sobre todo, comida. Los locales de la larga calle estaban también abiertos. A pesar de los numerosos puestos de comida, terminamos entrando en una pastelería estilo occidental a comprar un trozo de tarta de queso y otro bollo que nos llamó la atención…(el azúcar es lo que tiene…)
Tomamos también un jugo de frutas (rico, pero mucho más contundentes los de Perú) por unos IDR10.000 cada uno y, con eso nos dimos ya por cenados.
Había sido un día tranquilo, perfecto para recargar pilas para los días siguientes…
Hoy sí que había sido un día de vacaciones.
Día 15: Prambanan con Silvia, Yoli y la pareja checa.
A las 8 de la mañana conocimos, por fin, a Yoli y Silvia, dos amigas de Barcelona con las que habíamos contactado a través de la web de “Los viajeros” para compartir Klotoc en Kalimantan. Ya durante el tiempo que estuvimos hablando por Whatsapp hubo buen rollo, así que vernos al fin en persona, fue como si nos conociésemos de toda la vida. No consiguieron habitación en nuestro hotel, pero se alojaron justo al lado, en el De Hostel (IDR275.000)
Sin perder ni un segundo, y eso que ellas acababan de aterrizar desde Yakarta, donde habían llegado apenas unas horas antes desde España, nos pusimos en marcha. Primero, fuimos a buscar a nuestros amigos checos, los cuales se alojaban en el hotel de enfrente. (Pranwirotawan es una zona muy tranquila y repleta de alojamientos y servicios, como agencias, restaurantes…para los turistas, así que ahí estábamos todos)
Decidimos ir al templo hinduista de Prambaran en transporte público, por el tema de ahorrar dinero, ya que al ser un día festivo intentar coger un taxi para 6 iba a ser un tanto complicado, además de caro… Primero cogimos un becak por pareja para que nos llevase a la parada de autobús. El problema fue que la parada a la que nos llevaron, además, de estar al lado del hotel, no paraba el autobús 1A, si no que debíamos coger otros 2 autobuses más… En el plano vimos que no nos encontrábamos muy lejos de la parada del 1A, por lo nuestro «GPS particular», Óscar, nos llevo caminando. (Que haría yo sin él en estos viajes, con la malísima orientación que tengo, que ni distingo izquierda y derecha…) Por 3.500 rupias por persona y, un trayecto de casi 50 minutos, bastante cómodo y agradable en un nuevísimo autobús urbano llegamos a nuestro destino: Prambanan (Entrada estudiante: IDR127.000)
Sin duda, el lugar es precioso, pero…hay algunos aspectos, al igual que en el Borobudur como comprobaríamos a la mañana siguiente, que lo desmerecen. El principal, la gente. Estaba abarrotado de visitantes, los cuales, para colmo, cuando nosotros estuvimos eran indonesios y no sé muy bien por qué todos, y cuando digo todos son todos, querían hacerse una foto con nosotros… ahí entendí como se deben sentir los famosos.
Por suerte, no todos los templos se encuentran tan llenos como el edificio principal y, merece mucho visitarlos. La calma y espiritualidad que transmiten nada tiene que ver.
El problema, es que se encuentran un tanto alejados los unos de los otros y no están incluidos en la entrada del Prambanan. Por lo que creo que la mejor manera de poder visitarlos todos o una buena parte es yendo es coche privado, cuyo precio será elevado, o en moto, mucho más auténtico y barato.
Probablemente, en algo menos de 3h se pueden visitar Prambaran y el resto de templos próximos. Pero entre el tiempo que perdimos al tener que ir caminando a la parada de autobús e ir del mismo modo a los otros templos, la cantidad de fotos que nos hicimos con media indonesia (se nos hacía muy difícil decirles que no) y la vuelta…para la que sí que cogimos los 3 autobuses necesarios para llegar a la zona de Pranwirotawan…pues llegamos al hotel sobre las 6 de la tarde.
Nuestros amigos checos nos abandonaron, se fueron a su hotel a descansar, ya no podían más. Pero nosotros, como buenos españoles, decimos continuar. Nos aseamos un poco y nos acercarnos con Yoli y Silvia hasta Malioboro en becak. De nuevo, la calle bullía de gente y de puestos de todo tipo. Tras visitar los puestos de comida, que no convencieron mucho a nuestras nuevas amigas volvimos hacia la zona del hotel para cenar y tomar unas ricas Bintang (cerveza indonesia)
No recuerdo bien a que hora, pero ya los ojos se nos cerraban a todos, no sólo a Yoli (jeje) y al día siguiente, para no variar, nos tocaba madrugar…por lo que dimos por finalizada la velada y nos fuimos todos a dormir.
Día 16: Cumpleaños en ruta
A las 5:00 de la mañana nos vino a recoger el coche que el día anterior habíamos contratado en una de las innumerables agencias (Bellongg Independent Tour) Aunque el precio era un tanto elevado (800.000 rupias) fue el más barato que encontramos.
En aproximadamente 1h y media, durante la cual aprovechamos a echar una cabezadita, llegamos al Borobudur. Y si el día anterior nos pareció que el Prambanan estaba repleto, lo del Borobudur nos dejó sin palabras. Aquello era una marea humana de gente que no tenía el más mínimo respeto hacia el monumento en el que se encontraban. Todos estaban sentados, tumbados sobre las piedras como si estuvieran en el campo o cualquier otro lugar. De nuevo, quisieron hacerse fotos con nosotros, pero su comportamiento nos pareció tan poco apropiado, que en esta ocasión sí que nos atrevimos a decir que no. Ante lo que buscaron otra solución, ellos sin una foto nuestra no podían irse, hacernos “robados”… de nuevo surgió en mí un complejo Elsa Pataky…(jeje)
Para salir del recinto tuvimos que atravesar un enorme mercadillo, que parecía los pasillos del Ikea en los que te indican por donde continuar la visita y por donde más de uno camina a paso de Semana Santa. Intentamos huir y buscar la salida por otro lugar…pero el resto de puertas estaban cerradas. Ante nuestra desesperación y negativa a volver al mercadillo, nos dirigimos hacia la puerta de entrada donde suplicamos por favor salir por ahí y, muy gentilmente nos dejaron abandonar aquel bonito pero al mismo tiempo infernal trampa para turistas.
Diciendo esto, no quiero desanimar a nadie a visitar estos dos preciosos y únicos templos, pero bien es cierto que es conveniente elegir bien el día y la hora.
Tras dos horas de visita y otra más intentando salir…por fin llegamos al coche. Donde pudimos descansar otras 3h horas, antes de llegar a nuestro próximo destino: Semarang
A nuestro conductor le resulto un poco difícil encontrar nuestros hoteles, pero esto nos permitió ver un poco más de esta cosmopolita ciudad, con altos edificios, mansiones…
Comimos en el Blue Lotus Coffe House. No es un lugar muy indonesio, pero está recomendado por la Lonely (mi biblia viajera) y servían tarta de queso, y siendo el cumpleaños de Óscar, gran forofo de este dulce, nos pareció la mejor elección.
Pero, como suele ocurrir, lo mejor siempre sucede donde menos te lo esperas.
Cuando terminamos de comer ya había anochecido, por lo que decidimos acercarnos hacia el Barrio chino y el mercado de Semawis. Si estáis de visita en esta ciudad un fin de semana no podéis dejar de visitar éste. Está lleno de puestos de deliciosa comida, está asombrosamente limpio y tiene karaokes callejeros… cantar una canción en indonesio en plana calle no tiene precio…
Llegamos a este lugar, gracias a un padre y a su adorable hija adolescente Khansa, con la que a día de hoy seguimos teniendo contacto. Nos ofrecieron incluso su casa para pasar la noche y al no ser posible, pues ya teníamos el hotel pagado, se acercaron hasta nuestra habitación para darnos un regalo, un precioso Batik. Sin duda, hablar y compartir experiencias con ellos fue uno de los mejores regalos que Óscar pudo recibir en un día como el de su cumpleaños.
Hasta la próxima semana viajeros.